Sincretismo religioso en Bolivia
Sergio soliz

Cuando los conquistadores europeos llegaron a América, no fue para negociar sino para imponer. Armados con la cruz y la espada, se instalaron en estas tierras, ansiosos por las riquezas que prometía el nuevo mundo y deseosos de convertir a estos pueblos "incivilizados" al cristianismo, dudando incluso de que tuvieran alma. De este encuentro de dos mundos nació un tercero, un mundo mixto donde se mezclaban la sangre y las creencias. En este contexto, nació una nueva visión del universo que debía adaptarse a las exigencias de unos y a las necesidades de otros.


La supervivencia de los dioses aplastados


En América, el sincretismo religioso tiene poco que ver con la "conciliación" mencionada en el diccionario. De hecho, fue impuesta por la potencia colonial, que obligó a los pueblos conquistados a integrar su cultura. Los castigos por idolatría eran severos y la evangelización de los nativos implicaba, entre otras cosas, la construcción de iglesias cristianas en lugar de los templos indígenas. Sin embargo, esta asimilación de la cultura y las creencias extranjeras no estuvo exenta de lucha y resistencia. Los pueblos oprimidos inventaron mil maneras de seguir adorando a sus dioses clandestinos y encontraron artilugios para venerar a sus ídolos escondiéndose tras el rostro de los santos cristianos. Entonces, Entonces, ¿cuál era el verdadero grado de difusión de la religión dominante? Según la investigadora Juliane Esch-Jakob, el cristianismo, a pesar de sus esfuerzos y presiones, no logró su objetivo de arraigar y sustituir las funciones y puntos fuertes de las religiones tradicionales. Según ella, la conversión de la población indígena de esta parte del mundo (principalmente aymaras y quechuas) ha sido sólo parcial y en muchos casos, superficial.


Montañas, Madre Tierra y Virgen María


Los misioneros que llegaron a América Latina quisieron acabar con la multiplicación de los muchos dioses existentes englobando en imágenes cristianas unificadoras. Según la historiadora Teresa Quisbert, la imposibilidad de suprimir el culto a la Madre Tierra fue uno de los fracasos fundamentales de la cristianización del mundo andino, Este fue un perjuicio que el colonizador trató de mitigar asimilando a la Pachamama (Madre Tierra) con la Virgen María.

El cronista Alonso Ramos Gavilán escribió que María era "la montaña de la que proviene esta piedra" esta metáfora habría permitido, según Quisbert, comparar a la Virgen con una montaña de piedras preciosas (o de metal precioso), por lo que María fue muy rápidamente asociada al Cerro de Potosí (famoso por la cantidad de plata extraída de este cerro durante la colonización). Esta asimilación Virgen María - Pachamama fue representada explícitamente en una pintura de la época colonial "La Virgen de la Montaña" (Museo Nacional de Artes de La Paz, Bolivia) donde la Virgen María y el Cerro Potosí son un todo: la montaña tiene un rostro femenino y dos manos abiertas.


Diablos bailando para la Virgen


Uno de los momentos en los que es realmente detectable esta combinación cultural y religiosa a la que nos referimos es, sin duda, el carnaval. A finales del siglo XVIII, las danzas fueron prohibidas y excluidas de las fiestas religiosas. Por ello, muchos de ellos se trasladaron al carnaval, que pasó a desempeñar un papel importante en la religiosidad y la espiritualidad indígena. Por tanto, en este contexto donde afloran costumbres y ritos reprimidos que aprovechan este paréntesis de permisividad para rememorar ceremonias prohibidas en condiciones de normalidad.

Durante el carnaval de Oruro, por ejemplo (uno de los más famosos del continente), la Virgen del Socavón, patrona de los mineros, es honrada por bailarines vestidos de diablos. Esta majestuosa y colorida producción incluye también ángeles y arcángeles para rendir homenaje a la Virgen y representar la lucha entre el bien y el mal.

En el contexto andino, el diablo tenía su propio dilema en el momento de la adaptación. Y aunque se iguala con el Supay (el 'tio' o 'tío', la figura que gobierna las minas subterráneas), esta asociación resultó insuficiente, ya que el Supay tiene, en el mundo aymara, características propias que lo alejan considerablemente de la imagen del diablo cristiano. Porque el Supay, si puede castigar, también puede proteger a la población indígena. No existe la imagen de Lucifer esperando a las puertas del infierno. Los aymaras le hacen ofrendas como a la Pachamama, pidiéndo que produzca mineral en abundancia y que vele por sus vidas durante el trabajo diario en las minas.


Bendición, muerte y resurrección


El sincretismo religioso establecido en la vida cotidiana produce fenómenos originales y bastante sorprendentes. El Viernes Santo, aprovechando que, según la tradición cristiana, Dios está muerto, es costumbre en algunas comunidades establecidas en la región de Cochabamba y en el norte de Potosí realizar robos rituales en las huertas vecinas (antes de la llegada del día de la resurrección) en una interpretación muy particular de la fiesta de Pascua.

Otro ejemplo es la ceremonia de la challa, la bendición pagana de los coches que tiene lugar frente a la basílica de Copacabana. La challa es una ceremonia de reciprocidad con la Pachamama. Se trata de hacer una ofrenda a la Madre Tierra, por lo que se vierte alcohol y otros elementos simbólicos en el suelo a cambio de la protección y la buena fortuna del vehículo. Este rito ancestral se lleva a cabo con el acuerdo y la participación de los sacerdotes católicos, que desempeñan un papel importante en esta puesta en escena al rociar con agua bendita, uno por uno, los coches adornados con flores que se alinean en la plaza.

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