Viajar por Perú y Bolivia significa pasar de la metrópolis de Lima, capital del Pacífico y meca de la gastronomía, a la caótica y tan mezclada La Paz, encaramada a más de 3.600 metros de altitud. Supone recorrer dos países muy diferentes en su desarrollo y geografía, pero con una historia innegable y unas raíces comunes.
Viajando de Perú a Bolivia, se encontrará en la cuna del Imperio Inca, recorriendo especialmente los callejones de Machu Picchu y sus caminos incas. La región de Cuzco y el Valle Sagrado son testigos de fuertes tradiciones y conocimientos que han marcado los territorios de los Andes, más allá de las fronteras peruanas y bolivianas.
Viajar de Bolivia a Perú significa encontrarse con los herederos de los incas, los quechuas, a orillas del lago Titicaca o en los valles andinos de Sucre y Potosí. Es una inmersión en sus creencias divinas ancestrales vinculadas a la Madre Tierra, la Pachamama, a la que se hacen ofrendas a las montañas sagradas y a la naturaleza en general, para mostrarle respeto y gratitud. Una inmersión en su modo de vida, en torno a la comunidad que trabaja la tierra y los textiles y que vive del ganado.
De Lima a La Paz, de los verdes valles de Cusco al lago Titicaca, de las minas de Potosí a Sucre la ciudad blanca, pasando por los desiertos de Uyuni y Sur Lipez, recorremos Perú y Bolivia, símbolos de un continente, atravesando las civilizaciones incaicas, las tradiciones quechuas y sus encuentros con el colonialismo.
No se trata de un salto al pasado de una civilización, sino de una inmersión en una cultura todavía muy conservada, auténtica y de hecho, mestiza, anclada en sus grandes espacios, tan variados que dan la sensación del fin del mundo.
LAGO TITICACA



El cielo azul intenso, la luz cegadora, que se refleja en las aguas aterciopeladas del lago. Las velas de los barcos de pesca se cruzan en un concierto de colores. Un susurro en los juncos que bordean la orilla, seguramente perdices o pejerreyes anidando allí.
El lago Titicaca es la cuna de la civilización inca, pero también de una civilización más antigua que aún no ha revelado todos sus misterios: Tiwanaku. Arquitectura, agricultura, cerámica, cestería, medicina... Este imperio utilizó nuevos materiales y desarrolló nuevas técnicas, que se extendieron a la costa y a los valles andinos. Las ruinas de Tiwanaku son el símbolo de su civilización, que sigue siendo muy misteriosa pero cuya influencia sigue presente hoy en día.
En la encrucijada de las culturas tiwanacota, inca, aymara y quechua, el lago Titicaca es sin duda el más sagrado de la cultura andina. Las creencias aquí se mezclan con las leyendas y no es raro que uno de los sabios de los pueblos de la costa te cuente una de ellas. Frontera natural y alto lugar de intercambio entre Perú y Bolivia, forma parte de un entorno grandioso, dominado por la Cordillera Real, una serie ininterrumpida de picos nevados a más de 6000 metros de altitud.
MACHU PICCHU & VALLE SAGRADO

No buscamos el amanecer en Machu Picchu, sino la salida de la niebla. Tumbados en una terraza verde, nos dejamos penetrar por la energía del lugar. La niebla de la mañana se eleva para revelar, por arte de magia, esta mística ciudadela.
La ciudad perdida de Machu Picchu está rodeada de una generosa vegetación tropical, el valle del Urubamba, que une los Andes con el Amazonas. Sus fértiles tierras la convirtieron en el granero del Imperio Inca. El valle sagrado era también una meca religiosa, ya que los sacerdotes y astrólogos incas lo veían como la proyección terrestre de la Vía Láctea, la galaxia donde se encuentran las principales constelaciones incas: la llama, el cóndor y el árbol.
Recorrer estas fortalezas construidas en la ladera de la montaña y estos cultivos en terrazas es impregnarse de una energía particular, una alianza sorprendente entre el modo de vida suave y el relieve impactante. Es pasar de un pasado grandioso e imponente a un presente rural y colorido, entre la herencia inca y las tradiciones quechuas.
CUSCO



Paseamos por las pequeñas e inclinadas calles empedradas, sin aliento. Nos refugiamos en el mercado de San Pedro durante la lluvia, pasando de un callejón a otro: panes, frutas, quesos, carnes... La lluvia andina se calma para dejar que los rayos del sol penetren en las casas de piedra.
Cusco es el resultado de la fusión de múltiples culturas e influencias. La ciudad fue llamada "el ombligo del mundo" por el imperio incaico, lo que la convirtió en una verdadera ciudad modelo de la arquitectura inca, con casas de piedra bien talladas y trabajadas. Durante la conquista española, en el siglo XVI, se conservan los planos urbanos de la ciudad imperial: calles rectas y estrechas, que discurren entre colosales murallas. Pero para establecer su autoridad, los conquistadores construyeron sistemáticamente sus iglesias, monasterios y casas sobre los sólidos cimientos de granito de los edificios incas.
Detrás de cada puerta de la ciudad se cuenta una historia. Cusco es la encrucijada de un rico pasado, desde el sincretismo de creencias y ritos hasta la Pachamama, la Madre Tierra, y la religión católica traída por los españoles.
POTOSÍ & SUCRE

Desde los paisajes agrestes y escarpados al pie del Cerro Rico hasta el ambiente suave y bohemio de las callejuelas de arquitectura blanca. Potosí y Sucre, tan diferentes hoy, han pasado por la historia y han vivido un destino entrelazado.
Como en el relato de Eduardo Galeano "Las venas abiertas de América Latina", la visita a Potosí y Sucre es una inmersión en el pasado colonial de la región. En Potosí, nos sumergimos en la realidad de una ciudad que fue saqueada de sus riquezas por los conquistadores. Hablamos con los mineros y nos colamos en los túneles de las minas de plata. En Sucre, nos sumergimos en la historia de la liberación boliviana.
UYUNI Y SUR LIPEZ



El salar de Uyuni, una inmensa superficie dura como la roca de la que emergen algunas islas pobladas por cactus gigantes, prueba de que incluso aquí la vida no se ha rendido. Más al sur, nos adentramos en el desierto de los Lípez, donde las lagunas multicolores bordean nuestra ruta hacia la frontera chilena. Es en torno a estas islas de vida donde nos encontramos con los verdaderos dueños de la región: los flamencos, que nos dirigen miradas altivas, con sus patas empapadas en el agua helada.
Este mundo mineral se extiende hasta donde alcanza la vista, entre volcanes milenarios y lagunas, algunas de ellas a más de 4.000 metros de altura, a varios días de la primera ciudad boliviana. El Altiplano todavía tiene muchos tesoros naturales que ofrecer a los sedientos de un mítico Eldorado y de sensaciones del fin del mundo.
LA PAZ

Llegamos a La Paz por El Alto. El cambio de escenario y la inmersión son inmediatos. Nos subimos a un taxi para cruzar este gigantesco mercado y nos detenemos en la primera estación del teleférico. Tenemos una buena vista de cómo es La Paz, de verdad, esta ciudad extendida en una especie de enorme cráter. Pequeñas y coloridas "casas" hasta donde alcanza la vista, mercadillos en todas las direcciones... Las cabinas sobrevuelan este ambiente caótico, lleno de vida, como telón de fondo las cumbres nevadas del Huayna Potosí y el Illimani (los emblemáticos glaciares bolivianos de más de 6.000 metros de altitud).
La Paz es una ciudad de contrastes, una muestra perfecta de todo un país. Desde el barrio del mercadillo, lleno de colores y olores, se cruzan unas cuantas calles para encontrarse en el corazón del barrio histórico, hoy convertido en centro de negocios. Coexisten dos mundos cuya vida cotidiana parece muy diferente, pero cuyo pasado parece unirse en torno a una mezcla de rituales ancestrales heredados de los incas y creencias religiosas católicas.
LIMA



Desde un mercadillo que ofrece ceviche de pescado o chicharrón de calamar, apoyado en un mostrador, con un vaso de chicha morada en la mano, en medio del bullicio, hasta un cono de buñuelos de batata en el Parque Kennedy, uno recorre la historia y las influencias de Lima a través de su gastronomía. Una verdadera fusión de cocina costeña, andina, amazónica e incluso asiática, desde el puesto de la esquina hasta el pequeño restaurante gastro, de la mano de chefs peruanos inspirados en sus experiencias internacionales.
Conocida en su día como la "Perla del Pacífico", Lima debe su riqueza a la agricultura y la pesca prehispánicas. Más tarde, se hizo conocida por sus numerosas casas coloniales, con hermosos balcones de madera tallada, que simbolizan la importancia política, estratégica y económica de Lima. Descubrir Lima hoy es vislumbrar la complejidad de esta inmensa ciudad en cada esquina.